jueves, 10 de octubre de 2013

Música desde el fondo de mi corazón

Dejando un poco de lado la ciencia, hoy quiero hablarles de una afición que tengo desde hace ya algunos años, que es la música. Todo como pretexto a que ya se acerca el cuarto Corona Capital Fest.

Tengo algunos vagos recuerdos de cuando mi madre ponía música cuando comíamos o estudiábamos. Desde bandas de rock como Deff Leppard con canciones como "Pour Some Sugar On Me" hasta las canciones educativas de Cri-Cri la casa se llenaba de una energía única. No había necesidad de decir una sola palabra. El ambiente comenzaba a subir y la mente se elevaba hasta un punto donde no importara que había a tu alrededor, disfrutabas el momento. 
De igual modo, mi padre solía ponernos videos en la tele con el famoso VHS de sus bandas favoritas. "Rock Progresivo, escuchen hijos esto es música de verdad, déjense llevar con las notas de Pink Floyd y Peter Gabriel" eran algunas de las frases que nos decía.
Este amor por la música es uno de los legados más importantes que mis padres me dejaron cuando murieron, con esto no quiero decir que es el más ni el menos importante. Simplemente es muy especial para mí.

Así, fui creciendo y nació en mí una pasión indescriptible por la música. Tuve mi primer concierto a los 7 años, viendo a los fabulosos "Red Hot Chili Peppers". Después de ese concierto, recuerdo que dije algo parecido a quiero pasar el resto de mi vida disfrutando de la música en vivo, trabajaré para poder comprarme mis boletos para los conciertos. Y saben una cosa, increíblemente lo he cumplido. No he parado de ir a concierto y cada uno me deja algo muy especial. Gasto el 70% del dinero que gano o me dan en eso, y saben? No me importa.

Seguramente se preguntarán, ¿y este por qué no estudió música, qué hace estudiando ciencia? Pues por mucho tiempo no sabía porque decidirme. Tenía ya esa pasión por escucharla, por disfrutarla, por sentirla. Ahora quería manipularla, crearla y reproducirla con mis manos y mi mente. Así que decidí agarrar el bajo que mi hermano abandonó después de un año infructífero de intentar manipularlo, y le dije a mi abuela que me metiera a clases del instrumento en Yamaha con el argumento de que debía desarrollar también mis habilidades motrices. 
Desde ese momento no pude dejar de tocar durante los próximos 2 años, me envolvió, se convirtió uno conmigo mismo. Y después de formar una banda con mis mejores amigos (a los cuales les debo todos los conocimientos de música aplicada en instrumentos que sé, obviamente además de mi profesor), supe que me llenaba aún más manipularla que sólo disfrutarla. Por asares del destino, se me presentó una oportunidad de formar una banda para el concurso de Yamaha, con el objetivo de pasar un buen rato y ganar. Lo que no sabía es que esta vez iba en serio. Mis compañeros eran entre 2 y 4 años más grandes que yo y verdaderamente que el líder era, o más bien, sigue siendo un genio por lo que aprendí aún más de lo que ya sabía. Tuve la dicha de poder tocar en el Lunario de Auditorio Nacional ante 250 personas y, posteriormente, tocar en el Teatro Metropolitan ante poco más de 700 personas. De ahí, una de las experiencias más gratificantes de mi vida.

En una presentación en el IPN. Sebas (izq)


Al final, después de todas estas travesías, descubrí que la música me complementaba, no era mi vida. No puedo vivir sin ella pero tampoco puedo darle mi vida. Soy como un ladrón, le robo toda su dicha cuando la necesito. Y es por eso que aprendí a complementar la música con las ciencias químico-biológicas y las experiencias de mi vida emocional, sentimental e intelectual para hacer una "Música desde el fondo de mi corazón" que voy dejando por la vida a las personas que la quieran escuchar y ser parte de ella.

Y hablando de música les dejo una canción que cada vez que la escucho, lloro como niño cuando está por entrar al Kinder.





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